Acerca de este blog
Bienvenido al blog de Rachid el Younoussi, un espacio dedicado a la política y la creación libre. Aquí encontrarás reflexiones y análisis que invitan a la reflexión.

La comunidad marroquí en España
El 21 de noviembre de 2025 se celebró en Molins de Rei la conferencia 'Marruecos: Tan cerca y tan lejos', un espacio abierto para analizar la compleja realidad de la comunidad de origen marroquí. Con las aportaciones del sociólogo Faouzi Haliba, el filósofo Rachid el Younoussi, y la moderación de Antonia Castellana, el acto puso el foco en la necesidad imperiosa de abandonar la ignorancia (puerta de entrada a los prejuicios) y trabajar de forma positiva y colaborativa para lograr una auténtica convivencia.
Entender el origen: crisis y búsqueda de una vida digna.
Faouzi Haliba situó la migración en un contexto de crisis estructural. La mayoría de los jóvenes migrantes forman parte de una generación expulsada del sistema educativo y sin oportunidades laborales. Este escenario es fruto del fracaso de la política educativa de los años noventa, clasista y heredera del colonialismo. A partir de 1984, Marruecos adoptó políticas de ajuste dictadas por organismos como el Banco Mundial, que desmantelaron la escuela pública y el sistema de salud. Esta degradación abocó a miles de jóvenes al paro y a la precariedad. Por eso es fundamental entender que estas personas son, sobre todo, trabajadores que buscan vivir, obligados a emigrar para garantizar el futuro de sus familias. La historia se repite: catalanes y españoles también se marcharon a Francia o Alemania en tiempos de atraso social y económico durante el franquismo. La inmigración, lejos de ser un problema, debe ser vista como fuente de riqueza social y humana.
Complejidad, actores diversos y fragmentación interna
Rachid el Younoussi analizó los factores que mantienen a la comunidad marroquí fragmentada y encerrada en un “gueto psicológico”. La imagen colectiva del “moro” ha sido históricamente negativa, lastrada por episodios como la expulsión de los moriscos (1609‑1614), la traumática Guerra del Rif o la imagen distorsionada asociada a la Guardia Mora de Franco. Además, alertó de que a menudo la única representación pública de la comunidad marroquí es la religiosa, aunque el 85 % se declara musulmana. La comunidad se ve atrapada en un intenso conflicto de intereses que dificulta la integración:
1. La búsqueda de influencia del régimen marroquí: el régimen busca disponer de instrumentos de presión política hacia España, intentando influir en la diáspora y en los órganos de representación musulmana.
2. Carencia de representatividad en la Comisión Islámica de España (CIE): a pesar de ser mayoría entre los musulmanes del país, los marroquíes tienen una presencia muy limitada en el liderazgo de la CIE, fundada originariamente por grupos sirios y palestinos vinculados a la Hermandad Musulmana. España se ha resistido a modificar este equilibrio, manteniendo una estructura que dificulta la existencia de un interlocutor democrático claro.
3. Intereses que fomentan el aislamiento: determinados actores –asociaciones islamistas o sectores afines al régimen– se benefician de una comunidad fragmentada, ya que esto preserva sus intereses políticos o económicos. Esta dinámica profundiza en el cierre e impide la apertura hacia la sociedad catalana.
Acción positiva y trabajo desde el territorio
La conclusión compartida fue clara: las soluciones no pueden ser generales, sino locales y municipales, y deben perseguir la convivencia, no simplemente la coexistencia. Es necesario un trabajo multidisciplinar que involucre a las asociaciones vecinales, los centros educativos y las nuevas generaciones, que representan un punto de esperanza gracias a su mezcla cotidiana en las escuelas. Se insistió en la necesidad de combatir los bulos sobre las ayudas sociales, que solo alimentan los discursos de la extrema derecha. Enfrentar a estos discursos no se hace con victimismo, sino con acciones reales, creando puentes y generando debates serenos. Se destacaron dos herramientas clave:
1. Educación conjunta contra el fracaso escolar: no deben separarse los alumnos inmigrantes para hacer refuerzo escolar. El refuerzo debe ser conjunto, dirigido a todos los alumnos vulnerables, para construir una sociedad cohesionada y no una comunidad segregada.2. Participación sindical: las elecciones sindicales son un instrumento democrático fundamental para muchos inmigrantes que no pueden votar en comicios políticos. Permiten participar desde la base y generar vínculos sociales y laborales.
Romper muros y facilitar el diálogo democrático
El trabajo pasa por investigar, estudiar, hablar y actuar. Hay valores humanos universales que están por encima de las diferencias culturales. Es necesario romper los muros invisibles que separan y apostar por un diálogo democrático activo, recordando que la comunidad marroquí está presente y contribuye a todos los ámbitos de nuestra sociedad

La lucha por los derechos del niño: la última batalla contra el viejo mundo
En la historia de las transformaciones sociales, cada gran avance ha surgido como una confrontación con estructuras que, durante siglos, han perpetuado relaciones de poder desiguales. Hoy, la defensa de los derechos del niño se erige como la última gran contienda contra ese “viejo mundo” que aún se aferra a modelos autoritarios y excluyentes. No es una lucha aislada; es, al mismo tiempo, el último pilar que sostiene lo que hasta ahora hemos entendido como familia.
La familia, en su forma más elemental, actúa como una microcélula que reproduce valores y prácticas de poder. Desde la organización del trabajo doméstico hasta la transmisión de normas de género, la institución familiar ha sido el escenario donde se legitiman y perpetúan jerarquías. Por eso, históricamente, la familia ha mostrado una férrea resistencia a los cambios. Le asusta lo nuevo, y esa aversión es, en realidad, el reflejo de una resistencia más profunda: la del poder establecido a perder sus privilegios.
Un ejemplo paradigmático es el liberalismo, que introdujo la idea de libertades individuales en Europa hace más de dos siglos. Sin embargo, el poder patriarcal y la estructura familiar tradicional no cedieron fácilmente. Los derechos de las mujeres, aunque formalmente reconocidos en muchos países, tardaron más de un siglo en convertirse en tema de debate público. Fue solo en el siglo XX cuando la igualdad de género empezó a discutirse de forma masiva y abierta, y aun hoy sigue sin alcanzarse un consenso pleno sobre su definición y alcance (El debate sobre el aborto y ect) . Los datos de la Unión Europea revelan que, en 2023, una de cada tres mujeres en la UE ha sufrido violencia física o psicológica a manos de su pareja, y los feminicidios siguen ocupando titulares en los medios occidentales. Estas cifras demuestran que la lucha contra la violencia de género sigue siendo una realidad cotidiana, incluso en las familias más “avanzadas” o progresistas.
En este contexto, la defensa de los derechos del niño se presenta como la última frontera de la transformación social. Si la igualdad de género ha sido el campo de batalla del siglo XX, la protección integral de la infancia constituye el desafío del siglo XXI. Los niños son los sujetos más vulnerables, pero también los portadores de un futuro que aún no ha sido escrito. El viejo mundo está en su último aliento y el nuevo mundo aún no tiene rostro. Luchar por los derechos de los niños implica desmantelar las estructuras que permiten el abuso, la explotación y la discriminación desde la cuna.
La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la ONU en 1989 y ratificada por 196 países, establece que todo menor tiene derecho a la vida, a la educación, a la protección contra la violencia y a participar en las decisiones que le afectan. Sin embargo, la aplicación de estos principios dista mucho de ser universal.
Según UNICEF, en 2022 más de 1 000 millones de niños vivían en situación de pobreza extrema. Ese número, que a simple vista puede pasar desapercibido, representa mucho más que una cifra: equivale a aproximadamente el 12 % de la población mundial (con unos 8 mil millones de habitantes) y a casi la mitad de todos los niños del planeta, que son alrededor de 2,3 mil millones. En otras palabras, uno de cada ocho personas y casi uno de cada dos niños vive en condiciones de pobreza extrema.
Detrás de esos datos hay realidades muy duras: 1 000 millones de niños sufren hambre, carecen de acceso a agua potable, a servicios de salud básicos y a educación. Cada día luchan por la supervivencia, enfrentándose a la desnutrición, a enfermedades prevenibles y a la falta de protección frente a la violencia y la explotación.
Así, la lucha por los derechos del niño no solo representa la última batalla contra el viejo mundo; es también el último pilar que sostiene la concepción tradicional de familia tal como la hemos conocido. Al cuestionar los roles de poder que se reproducen dentro del núcleo familiar, se abre la puerta a una nueva forma de relacionarse, basada en la igualdad, el respeto y la participación democrática. Ese nuevo mundo, aún desconocido, solo podrá construirse cuando la infancia sea realmente escuchada, valorada y protegida.
En síntesis, la defensa de los derechos del niño constituye la culminación de una larga serie de luchas por la emancipación. Es la última pieza que falta para desmontar la estructura patriarcal que ha dominado nuestras sociedades y para redefinir la familia como una comunidad de apoyo mutuo, libre de violencia y discriminación. Solo entonces podremos afirmar que hemos dejado atrás el viejo mundo y que, finalmente, hemos entrado en un futuro donde la dignidad de cada persona, sin importar su edad o género, sea la norma indiscutible.

Nada que lo diferencie
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Éxito incierto
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